Todas las conversaciones con mi abuelo sobre “la guerra con los moros” transcurrieron a lomos de su pequeña burra («la burreta») cuando pasaba inolvidables veranos en su pueblo, Costean. Por entonces tenía entre 5 y 10 años. Nuestras conversaciones transcurrían entre sendas que atravesaban campos de oliveras y carrascas, entre el incesante canto de las chicharras (“ferfés”)
Su voz no transmitía dolor, ni lamento, más bien una cierta satisfacción por haber salido vivo del trance y orgullo de haber actuado con su deber: enfrentándose valientemente “a los moros”, y salvando la vida a bastantes compañeros (Bien es verdad que cuando me contaba la historia de la zapatilla salida mientras corría transmitía lamento…)
En Costean me adentraba en un mundo muy diferente del habitual, con otros olores, sabores y sonidos algunos tan extraños como sorprendentes: por la noche la borrachera lumínica de la vía Láctea me causaba asombro; más tarde el cadencioso silbido del búho arrullaba mis sueños en el oscuro silencio del pueblo.
Cuando llegaba de Barbastro mi abuelo me recibía con una amplia sonrisa y unas amplias orejas (no he conocido a nadie con las orejas más grandes) Al verme siempre repetía la misma exclamación: «¡Lo rey!” mientras me abrazaba con su gastada chaqueta de pana negra, de fuerte olor a tabaco. Sus pies calzaban abarcas de goma.
Empezaba una entrañable relación con muchos ratos a lomos de la burreta, por los pedregosos y rotos campos de Costean, bajo un sol abrasador y entre cantos de chicharras.
Puerto de Valencia
Un día me dijo que para su primer viaje a Melilla embarcó en el puerto de Valencia. Creo que también me dijo que era la primera vez que veía el mar, pero de esto último no estoy tan seguro.
Puerto de Orán.
Estuvo en Orán, para coger un barco que le trasladó a Melilla.
Me contó que salvó la vida a un soldado de Monzón (Huesca) apellidado Español, cuando estaba rodeado por varios moros que lo intentaban matar. Le pregunté si alguna vez había ido a Monzón para saludarle (distante 40 km de Costean) y me dijo que no. Aquella contestación me extrañó.
En la lista de supervivientes de Sidi Alí (26 de un total de 116) aparece José Español Sorrivas, en la posición 11 del listado.
A su hijo Antonio le contó que una vez oyó como un estertor humano, y reconoció la voz de un amigo de un pueblo cercano (que era quien le escribía las cartas) Acudió en su auxilio y vio que lo estaban asfixiando entre tres moros. Entonces atravesó a uno con la bayoneta y los otros dos huyeron asustados… Le dijo que cuando levantó en el aire al moro ensartado comprobó que pesaba igual que una paca de trigo cuando la levantaba con la “forca”…
Mi hermana recuerda oírle decir que una vez salvó la vida a uno que lo estaban ahogando y que la lengua la tenía fuera de la boca y era larga “como un palmo”.
El general Silvestre
Sentía una gran admiración hacia Silvestre, y me repetía muchas veces: “¡¡ Qué valiente era Silvestre, el más valiente de todos ¡!” , “¡¡ Aquél sí que era valiente…!!” «¡¡ Si todos hubieran sido como él… !!»
(En realidad Silvestre no fue un valiente, sino un temerario. Y su atrevimiento causó la muerte de muchos miles de soldados y oficiales)
En una retirada pasó tanta sed que quedó ciego. Como sus compañeros no podían trasladarle y él no sabía seguirles lo abandonaron en un costado del camino, a la sombra. Al quedar solo le entraron ganas de orinar (a veces pienso… ¿ de miedo?) Entonces hizo un cuenco con las manos y se orinó sobre ellas, para beber y frotarse la cara. Me dijo que inmediatamente recobró la vista y así pudo alcanzar a sus compañeros.
(Le conté el caso a un oftalmólogo y me dijo que pudo ser que tuviera una fuerte conjuntivitis y que la úrea, que es cicatrizante, le curara las heridas. Otra experta me dijo que igual tuvo una carencia de algún catión que luego le aportó la orina…)
La garita de la muerte
Esta historia se la contó a su hijo Pedro el cual la trasmitió a su hijo Pedro (mi primo) quien me la dijo:
Había una garita en las afueras del destacamento conocida como “la garita de la muerte” dado que a veces el soldado de guardia aparecía extrañamente asesinado. El puesto se adjudicaba por sorteo. Un día el mejor amigo de mi abuelo, que creo era de Madrid, resultó asignado para hacer guardia en ella. Pedro, temiendo que le asesinaran, pidió sustituir al amigo convencido de que su destreza rural le salvaría de la muerte… Cuando llegó al puesto de guardia esperó a que se hiciera de noche, colocó un saco terrero de pie, lo cubrió con el capote y le puso encima el gorro; a continuación se retiró unos metros y esperó…
A media noche oyó unos pasos y aguantó sin moverse. Vio cómo un bulto desenfundaba una espada y atravesaba el capote mientras exclamaba “¡ uno menos !”. Rápidamente Perico se abalanzó sobre él, y le atravesó con la bayoneta mientras le contestaba “¡ uno menos tú, cabrón!”. Resultó ser un oficial, o suboficial, español que había perdido la cabeza en medio de aquella tensión en que sobrevivían…
Por aquello disfrutó de un mes de permiso.
Una vez le “encorrían” (perseguían) unos moros y una zapatilla se le salió del pie, sin llegar a perderla. El tiempo que hubo de correr con la zapatilla cruzada y los moros a su espalda se le hizo muy largo y penoso. Me dijo que había sido una de las experiencias más sufrientes de la guerra.
A su hijo Antonio le dijo que en una refriega un moro se le agarró a la zapatilla y se la quitó entera, debiendo andar descalzo, y llegando al destino con la planta del pie destrozada.
De modo que yo entendí que la zapatilla no la perdió del todo, pero Antonio entendió que el moro se la sacó entera. Es posible que ocurrieran las dos cosas, una antes que la otra.
Cruzar a Francia
Los moros los “encorrieron” (persiguieron) tanto que tuvieron que entrar en Francia para salvarse. Entonces me imaginé el Mapa de la clase (donde aparecía España entre Marruecos y Francia) y le pregunté si antes de entrar en Francia, mientras cruzaron España, pudo entrar en Costean para abrazar a sus padres.
Rompió a reír a carcajada limpia y me dijo que no, que Francia estaba pegada a África. Yo le dije que España estaba en medio, y mi abuelo siguió riendo… Tardé muchos años en comprender a qué se refería.
A veces, en las luchas con los moros, se quedaban sin balas y luchaban con lo que les quedaba: la bayoneta calada en el fusil, un puñal, las manos… Serían refriegas como a veces se dan en los campos de fútbol.
Le pregunté si había matado a moros en esas peleas, y me dijo que si…
Comer sin beber
Durante las comidas tenía la costumbre de no probar el agua y esa actitud era vista en la mesa con sumo respeto. Llenaba el vaso, lo ponía frente al plato, pero no lo probaba hasta acabar de comer.
Nunca me dijo porqué lo hacía y yo no me atrevía a preguntárselo porque notaba algo muy personal e íntimo. Hoy, tras saber lo sucedido, creo que con ese gesto rendía homenaje, calladamente, a sus compañeros de juventud muertos de sed y penalidades; era su sacrificio diario, en cada comida, a modo de particular homenaje y recuerdo.
Una luminosa mañana estábamos sentados en la era, apoyada la espalda en el pajar, esperando a que llegaran las mulas con la carga de haces de trigo. Levantó la mirada a la izquierda, miró al Sol y me dijo:
– “¡¡ Verdaderamente el Sol es el auténtico Dios!!”
Yo estudiaba Historia Sagrada en los escolapios, donde aprendí que los paganos adoraban al Sol y al fuego, etc. Me asusté de tener un abuelo pagano y le dije que no dijera esas cosas, que el verdadero Dios era invisible y estaba en el Cielo. Pero mi abuelo insistió que era el Sol porque si no hubiera Sol no habría vida, las plantas no crecerían, los animales morirían y las personas también…
Me quedé preocupado de que mi abuelo fuera algo pagano pero, a la vez, no le supe replicar…
Encuentro con una turista francesa
A veces íbamos hasta un pequeño campo de hierba que había junto a la papelera de Enate, lindante con la carretera de Barbastro a Aínsa. Cortaba la hierba con una foz y hacía gavillas que ataba con unos vencejos de esparto.
Un mañana no le pude acompañar y al día siguiente me contó que la víspera había pasado una turista francesa y al verle bajó del coche con una cámara de fotos y le preguntó si le podía hacer una foto montado en la burra.
– ¿Y te dejaste?
– ¡¡ Claro!!, me respondió muy orgulloso.
Sólo una vez mi abuelo se enfadó conmigo. Estábamos en el comedor con mucha más gente, probablemente en fiestas de san Lorenzo, hablando de toros (le encantaban) Afirmó que el mejor torero de la Historia había sido El Gallo. Pero yo, hablar por hablar, le repliqué que el mejor era El Cordobés, que entonces era un fenómeno de masas… La reacción de mi abuelo fue muy dura: se puso muy serio, me miró como nunca, y me dijo que el mejor había sido El Gallo…
Yo ya tenía unos diez años y me iba haciendo mayor.
El sexo de los burros
Un día, en el patio de casa, mientras retiraba la albarda de la burra le pregunté cómo se distinguía un burro de una burra, porque me equivocaba y los chicos del pueblo se reían de mi. Sonrió, puso cara de pillín y me dijo:
– Esa cosa no te la digo.
Yo me contrarié y le pedí que me lo enseñara para que no se burlaran de mí… pero él reprimía la risa con su boca cerrada.
La burreta tenía en el interior de la rodilla trasera derecha una especie de taco endurecido, con una piel distinta y el pelo más oscuro. Pero el burro del vecino Juan Antonio no tenía esa señal en la rodilla… y le pregunté si esa marca era lo que les distinguía; sonrió de nuevo y me dijo que no, pero que no me iba a decir la diferencia. Reprimía su sonrisa forzando la boca…
Una mañana estaba sentado en la calle apoyado en la casa que ahora es de su hija Antonia. Me dio dinero y me mandó a comprar “caldo” a la cantina.
Subí corriendo a la primera planta de la “Casa Barrio”, y cuando pedí caldo me dieron un sobre de tabaco picado. Dije que mi abuelo no quería tabaco, sino caldo, y me contestaron que era lo mismo.
Cuando llegué le dije: “Yayo, he pedido caldo pero me han dado tabaco”.
– «Es lo mismo», dijo.
Otra vez me mandó a comprar mixtos y tampoco sabía qué eran (cerillas). Muchísimas veces me mandaba a comprar “Ideales” o “Celtas”…
Cueva de maquis
Cuando íbamos hacia el Cinca, a una huerta pegada al puente de las Pilas, a poco de dejar la carretera de Costean a Barbastro descendíamos un camino. A su derecha, alejada unos 70 metros, y en cota más alta, había una visera de piedra y debajo un matorral como de moras. Un día me dijo:
– “¿Ves isa cueba? Allí se escondeban los maquis. En cuanto me bieban venir se escondeban aprisa, y yo hacía ver que no los bieba…
Creyeban que no los bieba pero ya creo que los vide!!” (Creían que no los veía pero ya creo que los vi)
Alguna vez he intentado volver al lugar, pero no logro dar con él.
El pantano más grande del Mundo
Una mañana, al llegar al alto de la sierra, comentamos las lejanas obras del pantano de El Grado, con su gigantesca presa. Me dijo que esa presa iba a ser la más grande del Mundo.
Por aquel entonces se había inaugurado en el Nilo la presa de Assuan, por el presidente Nasser, con mucha publicidad en la televisión española. Le dije que la presa más grande era una de Egipto, llamada Assuan, que lo había dicho la televisión. Pero mi abuelo, que no tenía tele porque no había electricidad, dudó de lo que yo decía, y me dijo que era imposible que esa otra presa fuera «mas gran que la de lo Grau (El Grado)».
He encontrado tu página de casualidad, y eso que llevo años buscando toda la información que puedo sobre Annual, desde que hice la mili en Melilla (hace 40 años): el más humano que he leído. Muy grande tu abuelo ¡¡Muchas gracias!!.
Me alegra mucho lo que me cuentas, y agradezco tus palabras. Un abrazo y aquí me tienes para servirte.
Hace unos años ya leí todo esto y me cautivó de veras. Que trágicos momentos, que heroica generosidad de compañeros, que penurias y escasez de medios y de buen gobierno y mando. Y que triste destino de aquellos jóvenes lanzados a una guerra estéril como pocas. Debemos no olvidar nunca.
He leído más arriba de alguien que estuvo destinado en el RCZAM «Valladolid 65», que casualidad, yo pasé allí 6 meses en 1992 como alférez de complemento.
Desde Zaragoza, un saludo-
Hola Josemari: me alegran tus palabras, que agradezco, pues ellas plasman el objetivo de mi blog. Un abrazo cordial.
Hola. Acabo de descubrir el blog. Me encanta y me emociona. No solo las cartas, las vivencias de tu abuelo sino la relación que tenías con el. Y también, me alegra mucho saber de ti. Te echaba de menos en las redes. Todo bien?
Pues si, todo bien gracias. Me alegro de que te guste, como ves no quise guardarme unas cartas, un testimonio histórico que nos pertenecen a todos los españoles.
No sé si sabes que al cercano pueblo de Enate, de donde era tu abuelo, en Costean lo llamaban Ena…
Saludos Pedro, soy mas o menos de tu edad, vivo en Ceuta pero nací en un pueblo de Jaén y también en mi niñez disfruté de las penosas historias de guerra de mi abuelo. Me gusta tu iniciativa de homanjear a tu abuelo. Siento curiosidad sobre nuestra historia en el Rif y la yebala, llegué hasta aqui a través de un enlace del FB sobre historia del protectorado.
Gracias por todo. Celebró que te guste el blog. Mi intención es la que apuntas: homenajear no solo a mi abuelo sino a todos aquellos jóvenes tan abnegados.
PD. Me llamo Blas
Un abrazo
¡Es tan entrañable este blog! He leído todas las cartas donde se respira el verdadero ambiente en que vivían estos soldados. Pero luego, los recuerdos de niño con relación al abuelo… Le supongo verdaderamente un gran hombre. Me retrotraen al mío, pues las anécdotas de un pueblo a otro no varían gran cosa. Los problemas, las labores agrícolas eran los mismos en toda España. Varía la forma de decirlos.
He llegado a este blog, entre muchísimos, en busca de datos para una biografía de un lejano familiar de mi mujer, el «famoso» padre Revilla, que tanto hizo en su tiempo (1921 y 22) por liberar a los presos en Axdir y que luego fue fusilado por los nacionales de Franco en los primeros días del alzamiento.
Mi enhorabuena y a mantener el blog.
Muchas gracias por sus palabras tan afectuosas. Espero que halle copiosa información del sacerdote familia de su esposa, tan injustamente tratado por la Historia.
Como me gusta tu pagina. Soy natural de Melilla y mis abuelos vivieron la guerra de marruecos dentro de la ciudad. Mi abuela que nació en 1910, me contaba cosas de entonces, de la legión, de los regulares, me contó una vez que llegó a Melilla un correo a caballo creo recordar por la carretera de Farhana al cual habían decapitado por el camino y inexplicablemente consiguió llegar hasta Melilla sin caerse del caballo. Te animo a seguir con tu trabajo, llenándonos a todos de esa parte de la historia de la que muchos reniegan y otros tantos olvidaron. Y que sirva de homenaje a todos los héroes españoles que dejaron su vida en tierra africana. Un abrazo
Gracias por tus comentarios. Veo que mi intención con esre blog se ha cumplido con tu lectura. Me alegra que te guste y que coincidamos en el homenaje que se merecen aquellos españoles que tanto sufrieron.
Puès a mi tambièn me ha gustado mucho, no solo las historias de Africa, tambièn el recuerdo de tu abuelo, eso es muy bonito.
Muchas gracias. ¿Cómo me has localizado? ¿Dónde vives? Como puedes ver soy muy curioso…
En mi opinion. el problema està en el lugar, porqué no ha habido una època libre de horrores.
Asi qué de viaje por estas tierras !! si quieres te doy unos consejos, pero creo què no te harà falta con lo què te cuentan Renato y demàs !!! (caso contrario dame un email qué te cuento ..) Un abrazo
Gracias. Te agradeceré me escribas aquí: bbcampo@gmail.com
Un abrazo
Este sitio es de lo mejor que he leído, tanto por su contenido humano como por su descripción de la supervivencia en esas situaciones. Soy madrileño y mi familia es oriunda del sur-oeste de Salamanca y casualmente pasé 5 años de mi juventud destinado en Huesca de la que siempre tendré unos inmejorables recuerdos por esa tierra a la que llegué a amar.
A mis 54 años me sigo aferrando a los recuerdos de mi infancia cuando iba en verano a casa de mis abuelos. La vida rural y el apego a las gentes de entonces siempre están en mis recuerdos con el pesar de que he sido incapaz de transmitir a mis hijas y demás generaciones que vienen detrás lo que ello significa y lo que ellos se han perdido.
Por todo ello, porque yo también disfrutaba en los paseos en burro con mi abuelo, porque sus historias de lobos me hacían estremecer y porque he tenido la suerte de vivir en ese mundo «antiguo» donde el médico recorría el pueblo con su maletín, el alcalde, el secretario, el maestro, el cartero, el alguacil, el sastre, el fotógrafo, el herrero, el barbero, el molinero, el cabrero, el cura, etc., eran personajes imprescindibles en la vida cotidiana de un pueblo, es por lo que aplaudo tu trabajo y lo entiendo.
Un saludo.
Muchas gracias. Al publicar el testimonio de un pobre soldado en el Rif, quise encuadrar al hombre en su espacio natural, agreste, pobre… pero muy intensamente humano. Y me alegro de que le haya gustado. ¿Cómo ha llegado hasta aquí?
Un abrazo.
Hola.
He llegado hasta aquí, básicamente porque intento bucear siempre que tengo un rato en nuestra historia y como militar que soy (Subteniente de Infantería) me duele que aquellas personas que sacrificaron todo o casi todo para que gracias a esas gestas hoy tengamos la vida que tenemos, queden relegados en el olvido o tachados de poco más que «asesinos».
El desastre en África, concretamente, siempre me ha llegado al alma porque si la gente que allí murió hubiese tenido unos mandos menos inútiles y más inteligentes, al menos el desastre se podría haber evitado a haber sido menor.
La casualidad ha querido que la historia de el protagonista haya tenido su origen en Huesca y en un entorno rural y humano que con tus descripciones has sabido solapar con mis orígenes, infancia, creencias y principios.
Yo que disfruto cuando me pierdo deambulando entre ruinas antes habitadas tratando de revivir tiempos perdidos, he encontrado en esta historia el binomio perfecto.
Viví en Huesca desde Agosto del 81 hasta Abril del 86 y estuve en el RCZAM «Valladolid 65», por lo que conozco «algo» esa tierra.
Un saludo
Jesús
Me alegro de pensar igual. Y de sentir lo mismo.
Un amigo.
Blas
Grande, muy grande!
Gracias, celebro que te haya gustado. Ese es mi deseo. Un abrazo.
Blas
Muchas gracias. Me gusta que te guste.¿Desde dónde me escribes?
Un abrazo
Blas